MedianerasEn muchos lugares de España, existe la tradición de considerar las paredes medianeras como un paramento sin necesidad de tratar ni de acabar, dejándolo a la espera de la futura construcción de otro edificio que, en algunos casos, nunca ha llegado a producirse o, en otros, no ha alcanzado la altura o morfología adecuadas para ocultar dicha deficiencia.

Hasta hace relatMedianera con placas de hormigónivamente poco, nadie se molestaba ni tan solo en utilizar materiales o técnicas baratas para Medianera rebozado morterohacerlo, con lo que se generaba una visión global de la ciudad como algo inacabado, aún por terminar. En los últimos años, en cambio, se viene tratando este muro de medianera con algunos materiales de dudosa nobleza y calidad (como el onduline, chapas o placas de todo tipo o algunos rebozados con acabados deficientes). Esta acción no es más que un intento de maquillar esta imagen de edificio (y ciudad) inacabado, sin que suponga un aumento considerable en el coste de la edificación, conformando un cuadro aún más deplorable de nuestras ciudades.

En otros países o regiones, en cambio, existe la cultura (o la normativa) de tratar las medianeras como una parte más de la fachada, dándole el mismo tratamiento que a esta (o uno muy similar) y trasladando la sensación al ciudadano de a pie de que allí todo está terminado, de que nada espera a nada; es decir, de ciudad completa.

Medianera pintadaEste debate se podría afrontar también desde el campo teórico de la arquitectura: si damos por buenos algunos postulados minimalistas que hablan de la nobleza del material puro (entendiéndose como puro el que se muestra tal y como es, sin engaños), algunas de las afirmaciones del movimiento moderno o incluso remitiéndonos al famoso «Ornamento es delito», no sería una locura afirmar que casi todos somos culpables de cometer un doble delito arquitectónico.

La razón de esta ultima afirmación radica en que se puede considerar que el acto de intentar ocultar esta medianera (y que ya hemos descrito en los anteriores párrafos), está más cerca de «decorar» u «ornamentar» que no de dar un acabado digno y con propiedades a estos paramentos. El segundo delito (y no por eso menos penoso) es que no solo nos hemos conformado en volver a «ornamentar» una parte de nuestros edificios, sino que además lo estamos haciendo de una forma horrenda.

Algunos afirman que la abstracción minimalista que vivimos en la actualidad nos está llegando a ahogar como arquitectos, y que la crítica al ornamento que empezó Loos (y que todos hemos seguido con fervor y sin poner prácticamente en duda) tiene un origen burgués, pues el ornamento no resulta rentable y de ahí surge la necesidad de eliminarlo o de reducirlo a la más mínima expresión. Otras teorías apuntan a que la crítica de Loos ha sido malinterpretada, pues no iba dirigida tanto al ornamento en si, sino a la incapacidad del hombre de crear nuevos ornamentos, de evolucionar en su lenguaje arquitectónico, por haberse quedado anclado y no saber innovar.

Fueran cuales fueran las intenciones reales de la crítica de Loos, la realidad es que sus afirmaciones han calado en nuestra comunidad, condicionando la realidad arquitectónica hasta tal punto que todos nos encontramos inmersos en una dinámica en la que nos esforzamos en expulsar totalmente el ornamento de nuestras obras o, como alternativa, en encontrarle una justificación funcional por muy inverosímil que esta pueda llegar a ser.

Edificio sin revestiminetoSi fuéramos del todo sinceros con nosotros mismos (algunos dirían que radicales) y siguiéramos nuestras afirmaciones al pie de la letra, seguramente nos sería muy fácil llegar a la conclusión de que el simple y cotidiano acto de dar un acabado a nuestros paramentos (siempre que no lleve implícitas otras razones que no sean puramente estéticas) es, en esencia, un acto de ornamentación. Y si nos hiciéramos esclavos de estas ideas, muchos de nuestros edificios acabarían por tener un aspecto muy diferente al que tienen en realidad.

Por suerte o por desgracia (y por muchos postulados minimalistas o críticas malinterpretadas o no) hay materiales que nunca serán lo suficientemente nobles para ser mostrados al mundo exterior con pureza y sin pudor. A todo esto, al menos a mí, siempre nos queda la duda de que arquitectura es la más sincera.

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4 comentarios sobre “Terminar las medianeras

  1. Hay que tener en cuenta que Loos, en su critica, no se refiere tanto al ornamento en si como en la capacidad del hombre de usar y crear nuevos ornamentos; es decir, es una crítica hacia el peso que está perdiendo el ornamento en la arquitectura de ese momento. Es más bien una critica a la incapacidad de innovación, con lo que no le veo la relación con lo que aquí se expone sobre las medianeras. Saludos!

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    1. Yo creo que, más allá de lo que Loss quisiera decir en su famoso artículo o de tus interpretaciones de este, el tema está bien traido. La verdad es que lo de las medianeras en España es patético. Más allá de algunos pueblos de montaña, donde la construcción en piedra está muy arraigada, estamos haciendo autenticas barbaridades con el «onduline porras». Total, terminar una medianera con dignidad, no incrementa demasiado el pressupuesto…

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  2. No comparto la afirmación de que existan materiales innobles, lo que creo es que aún no hemos conseguido explotar su expresividad o hacerlos dialogar con el resto de los que usamos en arquitectura.
    El arte intenta en muchos casos dignificar estos materiales u objetos que olvidados o no valoramos. Asi lo demuestra el uso cada vez mayor de productos contemplados como desecho.
    Cuando cubrimos un material porque no nos gusta, debemos asumir en mi opinión nuestra incapacidad para que nos guste, de esta manera nos obligaremos a encontrar belleza en aquello que a priori no nos parece bello.

    Algo así pasó con el hierro o el acero corten, Hoy creo que materiales tan nobles como cualquier otro no?

    Interesante artículo, un saludo.

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